"El sexto planeta era inmenso. Un gigantesco árbol lo recubría por entero, y si entrabas por el hueco, era de unas dimensiones desproporcionadas...Vivía allí una anciana muy alta, con gafas y pelo enmarañado, que escribía y escribía sin cesar... y, lo más curioso de este personaje, era que estaba en blanco y negro, y todo lo demás era en color...
- ¡He aquí un ejemplo de enanismo! - exclamó al verte, princesita, saltando de la silla, y pasando por encima tuya – Sí, sí sí ¡Qué maravilla, eres tal y como aparece en la enciclopedia!.
Tú, princesita, tomando ejemplo de tu anterior visita, decidiste ofrecerle tu mayor muestra de mal humor.
“Estoy demasiado cansada para aguantar esto... solo me faltaba una anciana senil y descolorida..."
- ¿De dónde es que vienes? ¿A dónde vas? ¿Cómo has nacido? – te interrogaba incesantemente la anciana - ¿Tienes ombligo? Eso, eso, eso, dime.
- ¿Qué es este libro tan gordo? – decidiste comenzar a preguntar tú, ignorándola, pues era tu mayor especialidad princesita - ¿Qué es lo que haces aquí?
- Este es el Libro gordo de Petete, sí, sí, sí – te contesto felizmente la anciana – Y yo soy quien lo escribe ahora, porque él hace mucho tiempo que se perdió entre las hojas... era tan pequeñín.
- ¿Y que escribes?
- Ji, ji, ji. Jovencita, aquí dentro esta toooooda la sabiduría universal...
- ¿Te refieres a la historia, la geografía, las ciencias, las matemáticas... y todas esas cosas?
- Oh, no, no, no. Me refiero al arte, el cine, el diseño, la literatura, el comic... ya sabes.
- ¿Eso es la sabiduría universal?
- Claro... claro, claro ¿A quién le interesa la Ley de la Gravedad? Nunca has visto la cara que se le quedó al pobre Einstein...
Abrió el libro por la pagina 2.345.456 y te mostró una imagen.
- Mira, mira, mira, aquí esta... este capítulo se titula: “Violadores de la Ley de la Gravedad”.
Te acercaste, princesita. Y leíste el primer párrafo:
- “La ley de la gravedad ha sido violada por innumerables personajes a lo largo de la historia, desde los nocturnos vampiros, a las agradables Hadas – aquí carraspeaste, princesita, recordando a la estridente Hada que habías visitado -, tenemos a Pegaso, y a infinidad de superhéroes encabezados por Superman, y, como no, al intrépido Peter Pan...”
Decidiste, princesita, que ya habías tenido bastante hasta allí, y dejaste de leer.
- Pero toda esta gente no existe...
La anciana te miró confundida... en sus ojos acuosos y de color gris, se reflejaba una profunda duda.
- ¿Qué... qué quieres decir con que no existen...?
- Quiero decir que no son de verdad, alguien los ha inventado, solo existen en el papel o en el cine.
- Vaya, vaya, vaya... jovencita – dijo sonriendo esta vez – entonces ¿estás hablando sola acaso?
- ¿Qué quieres decir?
- Sí, sí, sí, pequeña. Tú crees en muchas cosas, y muchas cosas no las pones en duda. Y, sin embargo otras las descartas por imposibles... – dejó deslizarse un poco sus lentes por la nariz - ¿No soy yo acaso una imaginación?
- ¡No! – afirmaste rotundamente, princesita – ¡Usted es absolutamente real!
- No, no soy ya tan real... no ves que el tiempo me ha desgastado... ya ni siquiera tengo color... ¿Y sabes porque no lo tengo?
Aquella pregunta te desconcertó, princesita, porque te la habías echo tú misma desde el momento en que conociste a la anciana, pero eras incapaz de responder.
- Verás... llevo muchos años escribiendo... Sí, sí, sí. Demasiados... y muchos de estos personajes son más viejos aún que yo. Yo utilizo la tinta de mis colores para darles vida en las páginas de este libro, y para que así, no dejen de respirar...
- ¿Se llevan tu vida?
- Solo la parte de ella que les dejo, ji, ji, ji.
Aquello era demasiado complicado para entenderlo, princesita.
- Yo siempre me quedo con el verde... sí, sí, sí. Porque así siento que este inmenso árbol y yo somos los que protegemos la fantasía...
Te quedaste mirando aquella anciana, princesita, y notaste que su blanco y negro, tendía efectivamente, un poquito casi imperceptible hacia el verde.
- ¿Tú eres quién guarda la fantasía?
- Yo soy quien la protege de la destrucción, sí, sí, sí... porque son muchas las fantasías que nacen, algunas se olvidan al momento, otras se conservan a lo largo del tiempo, algunas se transforman, otras parecen morir... – la anciana volvió a subir sus lentes y te sonrió – Pero ¿sabes una cosa? Todas son igual de importantes, porque sin ellas estaríamos atrapados en la mayor de nuestras enemigas... la realidad.
- ¿Qué es la realidad?
- Vaya, vaya, vaya... esa respuesta no te va a servir ¿Sabes porque? Porque los que habitan en la fantasía, los seres hechos como regalo para una persona especial, como tú, y como yo, nunca deben acercarse ni de lejos a la realidad, porque nunca la entenderían.
- Bueno... yo creo saber lo que es la realidad – te aventuraste a opinar, princesita – Yo tengo un cactus, y sé que el es real.
- Claro, claro, claro... es real, mientras tu lo creas lo será. Y estoy segura, jovencita, que siempre creerás en el.
- ¿Quieres decir que desaparecería si yo no creyera en él? – te alarmaste.
- Quiero decir... que desaparecerá si lo olvidas.
- Ni siquiera le servirían sus espinas...
- No, no, no... ni siquiera.
- Y lo he dejado solo, y lejos de mí... ¿y si lo olvido? ¿Qué será de él?
- Ji, ji, ji... no es nada fácil olvidar a quién se quiere, jovencita – la anciana volvió a coger su pluma, y escogió una hoja cualquiera donde continuar su tarea – Y, no debes preocuparte, no, no, no, porque todos los seres de la fantasía, siguen vivos en mí libro... para siempre.
Tú melancolía, princesita, se disipó al ver lo que escribía la anciana. Con letras barrocas y enormes escribía el título: “La princesita y Alvino, el cactus parlanchín”.
- ¿Dónde puedo encontrar más personajes de fantasía?
- Allá a donde vayas los encontrarás, sí, sí, sí... pero si quieres cruzar el límite que divide la fantasía y la realidad, visita El planeta Tierra.
Así, partiste, dejando a la anciana con su tarea, y pensando en tu cactus, ya inmortalizado en aquel libro, para siempre a tu lado, sí, sí, sí."